lunes, 31 de agosto de 2009

¡Qué se acaba el agua en la Ciudad de México!

Durante semanas el titular del gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrad, apareció en los medios de comunicación para dar la voz de alerta en relación a la baja en los niveles del agua de las presas El Bosque y Villa Victoria, de Valle de Bravo, que contribuyen de manera importante al abastecimiento de agua para la Ciudad de México.

Ebrad advirtió que por lluvias insuficientes la ciudad enfrentará una crisis de disponibilidad de agua el próximo año. Dice que ha llovido menos este año que en los 20 anteriores, por lo que se hace necesario, desde ahora, reducir el abastecimiento de agua a ciertas delegaciones, y conmina a toda la población a ahorrar agua, es decir, a reducir su consumo.

Anunció la promoción de regaderas ahorradoras de agua, como una solución parcial, pero muy importante, desde su punto de vista.

Paralelamente, Ramón Aguirre Díaz, director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, anunció que el gobierno capitalino se propone concesionar o subrogar la distribución final (red secundaria) y la cobranza por el servicio del agua, para que sea más eficiente el proceso. Advierte que ya muchas ciudades del país y del mundo lo hacen, pero aclara que no se concesionará todo el proceso sino sólo la parte final y la cobranza.

Eso es privatizar parte del servicio, sobre la base de admitir o suponer que el gobierno no puede hacerlo bien. Seguramente será más costoso para los usuarios que además quedaremos convertidos en consumidores o clientes y estaremos a merced de una empresa que medirá y cobrará o suspenderá el servicio.

Se sabe que alrededor del 40% del agua que circula por la red de tuberías de la ciudad de México se pierde en fugas, pero estas no se reparan y aunque Ebrad anunció la creación de cinco plantas de tratamiento, son insuficientes.

Hay que atender la emergencia, es necesario ahorrar, hay que reparar las fugas y crear más plantas de tratamiento del agua, pero el gobierno no parece estar planeando grandes obras, para la recuperación de mantos acuíferos, para el aprovechamiento del agua de lluvia y para reciclar el agua. Con acciones en esta orientación se lograría en pocos años la autosuficiencia hídrica de la Ciudad de México, pues normalmente cae lluvia suficiente como para recuperar los lagos cada año, pero se manda por las tuberías del desagüe a mezclarse con las aguas negras, de ahí a los ríos y luego al mar.

Ni la emergencia por la falta de lluvia, ni la falta de cultura del ahorro de agua, ni las fugas crónicas, ni la ínfima cantidad de agua a la que se le da tratamiento antes de lanzarla a los ríos, ni el casi nulo reciclamiento de agua, ni la incapacidad del gobierno para hacer pagar a los morosos justifican que se pretenda privatizar un servicio que constituye una obligación irrenunciable del todo gobierno, pues implica garantizar el ejercicio de un derecho de vital: tener acceso al agua de buena calidad en cantidad suficiente.

Es más económico y eficiente empezar por controlar y hacer pagar a los grandes consumidores, aunque Aguirre diga que casi no los hay en la ciudad de México y que algunos de ellos tienen pozos propios. Los pozos pueden ser de ellos, pero no el agua.

Las refresqueras y las embotelladoras de agua, deben pagar aunque argumenten que los pozos les pertenecen, pues el agua es de todos y deben pagarla ya que con ella hacen un negocio escalofriante. Recuérdese que venden un litro o un libro y medio en 8 o 10 pesos, cuando a ellos no les cuestas y sólo gastan en la energía eléctrica para sacar el agua, en el tratamiento que le dan, en embotellarla y el costo insignificante de la botella y la etiqueta (más sabor y color, en el caso de las refresqueras).

Los centros comerciales y edificios de oficinas son grandes consumidores, el control y vigilancia de esos consumidores dará mejor resultados que el intento de supervisar al total de la población en sus domicilios.

Parece que la intensión, como en otros temas, es diluir la responsabilidad haciéndonos culpables a todos los ciudadanos, por algo que no decidimos nosotros, para que luego admitamos medidas como la de reducir el abasto, que es un ahorro forzado que se impone a los ciudadanos en sus viviendas y no los edificios de oficinas o centro comerciales. Parece que desde su perspectiva es menos malo dejar sin agua para bañarse y la gente en su casa que a los grandes centros comerciales. En muchas colonias el agua de por si venía escaseando desde hace años, pero ahora, con el discurso de la sequía, esa practica se institucionaliza, en vez de decirle a las grandes consumidores que deben solidarizarse con los ciudadanos y que el agua les llegará sólo tres días a la semana… ¿por que no se puede hacer esto?

El discurso de la emergencia también sirve para que aceptemos ideas como privatizar total o parcialmente el servicio del abastecimiento de agua, con la justificación de que el gobierno es ineficiente cobrando y midiendo el consumo… ¡por favor!… ¡con esa izquierda ni falta hace la derecha!

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