lunes, 23 de noviembre de 2009

DE QUE LA PERRA ES BRAVA, HASTA A LOS DE CASA MUERDE


Martín Trinidad*

Los últimos días de octubre Calderón denunció que las cien empresas más grandes del país apenas pagan el 1.7% de sus ganancias como Impuesto Sobre la Renta (ISR), mientras otras empresas y todos los trabajadores del país pagamos el 28% de nuestros ingresos como ISR. Semanas antes el Servicio de Administración Tributaria (SAT) informó a los legisladores que 422 grandes consorcios empresariales prácticamente no pagan impuestos, pues su contribución se limita, en promedio, al 3% de sus ingresos. Menos de 15 días antes Andrés Manuel López Obrador frente a la cámara de diputados, retomó un señalamiento que hizo meses atrás, que las empresas más poderosas del país no pagan impuestos, recurriendo para ello a toda suerte de trucos, que van desde la filantropía hasta declaraciones fiscales fraudulentas. Cuando menos cuatro años atrás investigadores independientes y el movimiento sindical denunciaron este fraude, resaltando además que los empresarios no están obligados por la ley a pagar impuestos por las ganancias que obtienen como accionistas.

Un día después el señor Calderón volvió a arremeter contra los empresarios más poderosos del país, reclamándoles que esta bien que hagan obras filantrópicas, que promuevan la cultura, den becas y patrocinen equipos deportivos, pero que además deberían pagar, aunque sea una parte de sus impuestos.

Ante la sorpresa de propios y extraños Calderón retomó o coincidió con el discurso de su némesis, López Obrador, y de otros sectores de la izquierda. Acusó de rateros o poco solidarios a los más poderosos empresarios del país, los mismos que contribuyeron a financiar su campaña política por la presidencia de la república, los mismos que pagaron la campaña difamatoria contra López Obrador. Salió a acusar de avaros a quienes respaldaron y ayudaron a legitimar el fraude electoral mediante en cual se impuso en el poder ejecutivo. Abofeteó en público al gran empresariado, su casi único aliado político, que es además en la práctica su patrón.

Panistas, empresarios, asesores, opositores, periodistas… todo mundo se preguntaba ¿Está borracho, está loco o está crudo? Algún pícaro respondió: es que los borrachos siempre dicen la verdad…

Pero no, las afirmaciones de Calderón no tienen origen en el consumo desmesurado de alcohol, sino en la desesperación y la soledad. Cada día es más difícil ocultar el fracaso de su guerra contra el narcotráfico, pues ni en uno solo de todos los municipios del país ha desaparecido el narco, la cantidad de homicidios perpetrados por las bandas del narco y el número de civiles y militares fallecidos en la guerra contra el narco es escandaloso frente a los nulos resultados. A la mitad de su sexenio no logra legitimar su mandato y pierde de manera vergonzosa las elecciones para representantes populares. Fue derrotado en el debate y proceso legislativo con relación al petróleo. Prometió crear empleos, ser el presidente del empleo, pero su administración es la que peores resultados al respecto tiene. Prometió que nuestro país soportaría la crisis económica internacional mejor que nadie, pero la gripita que pronosticó su secretario de hacienda se convirtió en pulmonía fulminante. Organismos internacionales, opositores a su gobierno e investigadores independientes coinciden en su valoración de que la economía más afectada en el planeta y el gobierno con el peor desempeño en el mundo para enfrentar la crisis es precisamente el del señor Calderón.

En semejante situación Calderón enloqueció, hay que insistir, no por su alcoholismo, sino por la frustración e impotencia cuando ve que se cae el acuerdo PRI-PAN para sacar adelante su propuesta de ley de ingresos y presupuesto de egresos para 2010, precisamente en el momento en que empezaron a desvanecerse las mentiras que antepuso para “extinguir” Luz y Fuerza del Centro y mandar al desempleo a casi 45 mil trabajadores.

En tal situación cualquiera habría enloquecido de frustración y de ira: “mira, estos cabrones, seguramente pensó el señor presidente, exigen y presionan todo el tiempo, pero todos los días me están pegando en los medios y para colmó mandan a sus perros del PRI a rechazar la propuesta de ley de ingresos y a chantajearme con esto y con lo otro. ¡Puta madre, ya basta! Todo quieren, pero no ayudan. Están pendejos si creen que me van a chingar, si me hundo yo, nos hundimos todos”.

Así, el señor Calderón salió, más furioso y desesperado que borracho, a denunciar y amenazar implícitamente a las 100 empresas que más ganancias tienen. Entre líneas el discurso de Calderón contenía amenazas graves a los empresarios: “si ustedes no me apoyan políticamente, si continúan saboteando a mi gobierno, yo los voy a denunciar. Ustedes y yo sabemos que evaden el pago de impuestos. Si no se alinean conmigo voy a decirle a la opinión pública cómo hacen para evadir impuestos, voy a decir cuánto ganan, cuánto aportan, cuantos beneficios reciben del gobierno y quienes son ustedes”.

A la luz del estilo de gobernar de Calderón, (consistente, como se sabe, en buscar o inventar un enemigo, al estilo Bush y de casi cualquier otro autoritarismo, externo para al atacarlo tratar de unificar a la nación, con él a la cabeza, para enfrentar al enemigo), la amenaza fue percibida como algo posible, máxime cuando las últimas semanas el discurso de Calderón consistió en una vehemente, por decir lo menos, defensa de los pobres (que él y sus aliados generaron, no hay que olvidarlo). Así se inventó la guerra contra el narcotráfico, contra López Obrador, contra el SME. Además, para los empresarios el valor más importante es la buena fama de sus marcas, el buen nombre de sus empresas y la bravata de Calderón se dirigió precisamente contra ellas. Tanto les importa el buen nombre de sus marcas que parte de la indemnización que Calderón tuvo que pagar a los grandes empresarios fue garantizarles que ni los diputados sabrán cuales de ellos no pagan impuestos, es decir, la garantía de anonimato.

En principio, los empresarios lo tiraron de a loco, luego con su insistencia se pusieron nerviosos y altaneros. Trataron de aplacarlo con suaves pero firmes periodicazos en el hocico, tal como recomienda el famoso “encantador de perros”. Por ejemplo: “yo si pago impuestos, que me manden al SAT”, dijo Salinas Pliego. “No pagamos porque siempre nos dicen que los impuestos van a ser para salud y educación y estas son de muy mala calidad, tanto que los diputados y los funcionarios del gobierno van a hospitales privados”, afirmó cínico y retador Claudio X González (reconocido como ideólogo del empresariado).

Pero la sangre no llegó al río. Los empresarios mandaron a su jauría priísta que se aplacara y llegara a acuerdos con los panistas para sacar avante la propuesta económica de Calderón y en correspondencia el presidente apareció ante los medios rodeado de los empresarios que denunció por avaros y rateros y les pidió perdón diciendo que el no quiso decir lo que todo mundo entendió. No obstante, los patrones, acostumbrados a siempre decir la ultima palabra, por medio del Consejo Coordinador Empresarial todavía reviraron agarrando de su puerquito al secretario Cartens, diciendo: la secretaria de Hacienda informó mal al presidente, el 1.8% es sobre los ingresos no sobre las ganancias, por eso el presidente creyó que pagamos muy pocos impuestos…

Así aplacaron el escándalo, pero… el daño está hecho. Cómo podrá Calderón olvidar el sabotaje de los empresarios, cómo podrán los empresarios olvidar las amenazas de Calderón; perro que muerde una vez lo volverá a hacer.

Lo preocupante es que Calderón ya se atrevió a morder la mano del amo, ya probó la sangre. Ya paso por su mente una vez la idea de tomar el poder, de dar un golpe de mano contra los empresarios y quizá contra el poder legislativo. En adelante cada día tendrá la tentación de dar ese golpe, tomar el poder e imponer su voluntad.

Al mismo tiempo los dueños de las 100 empresas más poderosas del país no perdonarán ni volverán a confiar en un malagradecido que pretende hacerles pagar grandes contribuciones, incluso retroactivamente, que los denuncia como bandidos y que se atreve a amenazarlos, después de que gracias a ellos está donde está. Ya no podrán sacar de su corazón el deseo de que ya termine el sexenio, ni de su cabeza la idea de que tal vez sea necesario sacarlo de ahí.

* Exactivista en retiro ideológico


1 comentario:

  1. Cómo es posible todo esto? A que vamos a llegar con tanto fraude? El país está peor que nunca!

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